viernes, 9 de noviembre de 2007

Libertad

Sus lágrimas caían como ácido en mi alma. Caminaba lánguidamente, con la mirada perdida y balbuceando pequeñas palabras: "no, no, no". Trataba de respirar pero su pecho lo atravesaba una daga. Tampoco notaba latir el corazón. Todo alrededor se había parado de repente y solo existía su llanto. Cuando tuvo los ojos hinchados y sus ojos se secaron, seguía gimiendo... tanto que ensordecí. Solo podía llorar porque si dejaba de hacerlo se daría cuenta de lo que había perdido. "No, no, no"... "No quiero recordarlo, quiero que pase pronto, olvidarlo". "No quiero perderlo, no puedo perderlo, volverá... debe volver". "No puede estar pasando, esto definitivamente no está pasando. Quiero despertarme, por favor, quiero despertarme".

Pasaban las horas, ahora estaba sentada en un mullido sofá enorme que cogía media estancia. Tenía apretadas contra ella sus piernas, de las que surgían dos sonrientes vaquitas de peluche convertidas en zapatillas. Se mecía y repetía, con un hilo de voz, "no, no, no". A veces chillaba, "¡no, no, no!". Otras veces la voz ni le salía, pero se leía en su cara.

Sin previo aviso se levantó en pleno sonambulismo, fue decidida hacia el cuarto y comenzó a vestirse. Sus ojos seguían ausentes, pero ahora parecían decididos. Cuando estuvo vestida cogió las llaves, abrió la puerta... Y se echó a llorar. Apretó fuerte los dientes mientras se dejaba caer de culo en el suelo. Empujó la puerta con un pie pero con tantas ganas como si quisiera hacerla añicos. ¿De dónde habría sacado aquella fuerza? ¿Dónde estuvo todo este tiempo?

Recordó entonces, como cuando miras unas diapositivas, todos esos estúpidos pensamientos que preocupaban su mente días, meses e incluso horas antes. Todas esas dudas, esos "y si"... todas las cosas de las que culpaba a otro escondiendo un miedo propio. Un miedo que le ganó la partida; la abandonó en su buscada y maldita soledad.

Miró por la ventana. La noche de Bombay era extrañamente tranquila y hermosa. Respiró, por primera vez desde que se bajó del avión, acompasadamente: "Ahora tienes lo que querías". Volvió a llorar y, como siempre aunque más lejos, sus lágrimas cayeron como ácido en mi alma.