Entré y le ví en el sofá, frente a la tele pero no la miraba. Mismo pijama, misma postura y mismo pelo alborotado que 10 horas atrás. No reaccionaba. Acaricié su hombro y se desplomó. ¿Estaría muerto? Acerqué la mano a su nariz, respiraba. Le incorporé. Me miró durante más de un minuto con ojos suplicantes. Luego volvió a mirar al frente.
El hecho de respirar, pensé, no garantiza que estemos vivos.
domingo, 27 de abril de 2008
"Nº1"
Publicado por Marta G. Navarro en 21:37
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